Allá a dónde iba no hacía más que leer aquellas palabras:

«[PONLE FIN]».

Era algo absurdo, nadie podía creérselo…

«[PONLE FIN]».

…un relato del que parecía imposible escapar…

«[PONLE FIN]».

…Y le perseguía, sin importar lo mucho que intentara huir.

—¿Quién es esta vez, Ana? —le preguntaba Toño, su querido Toño—. ¿Me estás ocultando algo otra vez?

La chica no se atrevía nunca a contestar nada a derechas, pues sabía que cualquier cosa que dijera iba a terminar de la misma manera.

Pero no tenía alternativa, porque no decir nada también encendería su rabia.

No había sitio a dónde ir. Lo encontraba en Facebook, en todos los post principales:

«Érase una vez, la historia de una conejo que se hizo amiga de un lobo…»

…En todos los canales de WhatsApp…

«…Era una historia increíble: enemigos naturales que sin embargo, habían decidido fundamentar una amistad…»

…En todas las páginas de Tumblr…

«…sin embargo, no era todo tan perfecto como parecía. Pues los instintos del lobo lo llevaban a herir y a beberse la sangre de la conejo de vez en cuando…»

…En todo Internet…

«…Un día, y andando por el bosque, el lobo vio atrapada su pata por una trampa colocada por su enemigo natural: el hombre. Le pidió entonces ayuda a su conejo, pero por primera vez ella dudó. ¡Era su oportunidad para ser libre! Pero, ¿cómo podía pensar en siquiera abandonarlo? Le juraba que le quería, amaba su sangre, su compañía. Y ella se lo daba, porque había aprendido a temer la soledad…»

…No sabía de dónde salía, pero allá donde miraba, siempre estaba ahí…

«…Ahora la conejo tiene que escoger, decidir qué camino seguirá. ¿Le dará otra oportunidad con el lobo? ¿Dejando que consuma toda su sangre y al final, consuma su carne? ¿O por el contrario huirá, pedirá ayuda y aprenderá a no depender de ningún otro lobo…»

…Siempre estaba ahí…

«[PONLE FIN]».

Tal vez tenía razón, quizás esos mensajes desaparecerían cuando finalmente decidiera escribir el final de esa historia. Aquella cadena literaria que algún desgraciado le había dado, y no parecía dispuesta a desaparecer, hasta que hiciera lo que le pedía…

«[PONLE FIN]».

…hasta que optase por tomar una posición.

—¡Joder, Ana! ¡Te he dicho que me des el móvil! ¿Quién te está escribiendo?

La chica tembló ante el grito, no sabía qué decir.

—¡Nadie! ¡No es nadie!

Mala idea.

El chico forcejeó con fuerza, al arrancarle el móvil de las manos se le había escapado una mano o dos. Seguramente le saldría un moretón.

—¡¡¿Otra vez?!! ¡¿Quién te manda estas mierdas?! ¡Y no me vengas con tus «No lo sé»! Esto se acabó: ¡mañana te compraré un móvil nuevo! ¡Y yo tendré la contraseña!

¿Qué debería ella responder? ¿Acaso debería decirle que es sólo Spam? ¿Qué se trata de un virus y no sabe como deshacerse de ello? ¿Aceptar así la sugerencia de Toño?

¿O quizás ir a la policía? Tal vez huir, buscar ayuda… aprender a vivir a pesar de la soledad, el dolor, e ignorar esa voz que le dice que él en realidad le quiere, que tras esa rudeza y los celos, se esconde el auténtico amor…

Nadie puede escapar de esta respuesta. Y tanto tú, oyente, como ella, deben tomar una decisión:

«[PONLE FIN]».

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