La poesía es adictiva, dinámica, sutil, literaria. La poesía no soy yo, ni eres tú, que decía Bécquer. La poesía, como el amor, está en todas partes.
El mundo en el que vivimos se ha convertido en un lugar oscuro, envidioso y lúgubre, donde no hay lugar para las cosas bellas, sencillas que nos ofrece la vida: una ducha caliente en invierno, un café con el punto justo de azúcar, dormir hasta que tu cuerpo se despierte sin necesidad de alarmas, llegar justo a tiempo cuando pensabas que todo iba a salirte mal, decidir ir al cine a ver una película que no conoces de nada y que te encante. Ese libro que no puedes dejar a un lado.
Vivimos en un constante cambio y la vida nos da tantas vueltas que hay días, sobre todo los días tristes, en los que no encontramos el norte que necesitamos. Funcionamos a una velocidad tan magnífica como aterradora. El metro, las prisas, el despertador insistente, el sueño, la multitud, la actitud.
Algo que aprendí desde muy pequeña es todo, o casi todo, es cuestión de actitud. Si crees que puedes, podrás. O no, pero no habrá sido por ti. Por muy caótica y excéntrica que sea la vida, está llena de oportunidades. Coge una, o te la quitarán, como esa chaqueta que llevabas viendo meses en el escaparate y que una mañana, de repente, ha desaparecido.
No sé si las puertas del cielo tienen cerradura, pero yo ya tengo la llave. Me la dieron las decisiones que he tomado a lo largo de los años y las personas. Personas que me han hecho tropezar, pero también las que me han dejado llorar cuando lo necesitaba. Personas que te abren su vida para que juegues dentro. Personas llenas de oportunidades que ofrecer.
La poesía, como el amor, está en todas partes. En tu pijama favorito y en esa canción que te hace llegar a la luna. En la sonrisa de tu abuela y en la risa profunda de tu padre. En el vestido verde de tu madre. En el pelo salvaje de tu marido. En las marcas de patitas que tu gato con tendencias escapistas deja por todas partes.
No sueñes, vuela.
No tengas miedo, prueba.
El mar, la carretera, las gaviotas y la brisa fría.
¿Qué de todo podría no salir mal?
Equivócate.
Vive.
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