«EL GAMUSINO MANCHEGO Y EL ALICUÉCANO ALBINO»
En un lugar de La Mancha —cuyo nombre recuerdo perfectamente pero no es cuestión de crear rivalidades entre pueblos y tal—, vivían dos grandes amigos. Uno era un Gamusino —manchego, claro—, pequeñito y marrón, con los ojos grandes y de color azul cobalto —es bien sabido que los gamusinos manchegos, en su mayoría, presentan este color de iris—. Su gran amigo era un bello Alicuécano Albino —cosa no tan usual—, con los ojos rojos como alemanes en agosto y un suave plumaje blanco.
Los dos animales se conocían desde pequeñajos, cuando empezaron a ir a la misma guardería, y siempre habían disfrutado de su mutua compañía como solo los buenos amigos saben hacer: sin fisuras, sin malentendidos, con discusiones ocasionales y con entrañables reconciliaciones. Se habían enamorado de la misma Cocopata Ambidiestra—que, como su nombre indica es hija de un cocodrilo y una pata—, y habían sufrido intentando conquistarla, pero incluso en esta dura prueba decidieron que su amistad era más importante que cualquier amor de verano.
Cuando empezaron a ir al instituto del bosque de al lado —porque en el del suyo no había comedor y no era nada práctico—, su amistad se mantuvo inquebrantable, incluso aunque cada uno iba a una clase diferente. Cada mañana iban juntos muy temprano a coger el autobús, y cada tarde volvían juntos deseando llegar a su claro del bosque favorito para echar un partidillo de fútbol.
Cuando los dos cumplieron tres años, hechos ya todos unos adolescentes, la cosa empezó a cambiar. Al Gamusino Manchego, por su cumpleaños, le regalaron un Smartphone. Era de esos grandes, de marca Sumsang, con pantalla táctil y todas las aplicaciones disponibles a un solo click. ¡El Gamusino Manchego estaba super feliz! ¡Lo llevaba consigo a todas partes! No paraba de hacerse fotos con el Alicuécano Albino, y las subía a las redes sociales para que todo el mundo viese lo contento que estaba.
Tenía cuenta en CaraLibro, en PíoPío y en DooplePlus; abrió varios correos electrónicos para poder manejarlo todo e intercambiar archivos con la gente en Troopdox, y todas sus fotos, convenientemente filtradas al más puro estilo vintage, iban a parar a Listatran. Era el Gamusino Manchego más famoso de las redes, incluso los Youbulers más famosos hablaban de él en sus vídeos por lo original de sus estados y lo bonitas y hispters que eran sus fotos. ¡Lo más de lo más!
Todo el mundo seguía sus perfiles, todo el mundo quería ser su amigo. Sus fotos tenían más de mil Me Molas, y recibía a diario decenas de mensajes e invitaciones privadas. Cada día respondía a todas las solicitudes con premura, sus pequeños deditos no paraban de tanto escribir y escribir, y su ego no paraba de tanto subir y subir.
Mientras tanto, el Alicuécano Albino se alegraba por su amigo y envidiaba a su nuevo juguete, pues este, ahora, pasaba muchas más horas al día con el Gamusino Manchego que él mismo. Él no tenía, como su amigo, deditos para poner comentarios y emoticonos graciosos, así que el cacharro no le servía para mucho. Él quería seguir jugando al fútbol en su claro del bosque favorito, pero su amigo ya no estaba interesado en esas cosas.
El Gamusino Manchego era cada vez más y más famoso. Tenía ya miles de seguidores y amigos. Cada noche sonreía viendo que su lista de contactos crecía y crecía. Eran amigos geniales, comentaban todas sus publicaciones, y pasaba horas y horas hablando con ellos por el chat privado. Les contaba sus gustos, intercambiaban música y fotos, se contaban secretos y compartían los trucos más eficientes para ser los número uno de todas las redes sociales. Hablaba mucho con un Canguro Ungulado de Venezuela, que era de los más famosos también en su país. Nunca había tenido tantos amigos, nunca se había sentido tan querido y arropado.
El Alicuécano Albino seguía acompañándole cada día al instituto, pero ya casi no hablaban por el camino. El Gamusino Manchego no levantaba la vista de su Smartphone para nada. Ya ni siquiera se hacía fotos con él, las redes sociales eran muy exigentes y querían contenidos novedosos para estar en el prendingjopic. Cada día estaban más y más alejados el uno del otro. Así que el Alicuécano Albino empezó a quedar con otra gente. Un Ardillo Rizado super gracioso, que había llegado al bosque saltando de árbol en árbol desde la otra punta del país —cuando eso era todavía posible—. Una preciosa Alimoche Moteada, que era la más lista de la clase y la que mejores notas sacaba. Y empezó a salir con la Cocopata Ambidiestra, de la que había seguido secretamente enamorado todo ese tiempo. Les enseñó su claro favorito del bosque, ahora abandonado, y pasaban las horas riendo y jugando al fútbol; por las mañanas quedaban todos juntos para coger el autobús que les llevaba al instituto y por las tardes volvían todos juntos para merendar.
Los amigos se distanciaron, pero ambos eran felices.
Hasta que apareció el Mengue Colorado.
El Mengue Colorado era el Youbuler más famoso de toda la red mundial de Youbulers. Sus vídeos tenían miles de visitas diarias, su CaraLibro y su PíoPío ya no aceptaban más solicitudes de amistad porque había llegado al tope permitido, había cola de espera para ser su amigo y una sola mención a tu nombre por parte del Mengue Colorado podía encumbrarte en horas a un estrellato pasajero en Internet. El Mengue Colorado era el que partía la pana. Y sucedió que a nuestro amigo el Gamusino Manchego se le ocurrió dejar un comentario negativo en uno de sus vídeos… ¡Se armó la Marimorena! El Mengue Colorado empezó a criticarle sin piedad, a burlarse de sus fotos, de sus estados, de sus gustos… y, como era el usuario más influyente de toda la red mundial de usuarios, todo el mundo le siguió el juego y empezó a cachondearse vilmente del pequeño y hasta entonces famosete Gamusino Manchego.
De la noche a la mañana, sus seguidores empezaron a desaparecer. El número bajaba cada día. Cientos algunos días, era aterrador. Sus fotos ya no gustaban. Sus estados eran criticados. Nadie repipeaba sus PíoPíos. Listatran empezó a censurar sus fotos.
El Gamusino Manchego estaba desesperado, desolado, abatido. Nadie quería ya hablar con él por privado, ni reía sus gracias. Su amigo el Canguro Ungulado le pidió disculpas antes de bloquearle en CaraLibro, pero la mayoría ni siquiera tuvieron esa delicadeza. Su Smartphone Sumsang le servía ahora poco más que para jugar al Hungry Fird y hacer Songokus. Y empezó a apartar la vista de la pantalla para darse cuenta de que estaba más solo que la una.
Esa tarde se acercó al claro del bosque que había sido su favorito cuando jugaba con el Alicuécano Albino, pero no encontró a nadie, porque los amigos habían ido a comprar unos helados de lombriz. Quiso llamar a alguien, pero no sabía a quién. Los ojos se le llenaron de lágrimas y se tropezó con una rama, pero nadie oyó su grito de dolor.
Se quedó allí sólo en el claro del bosque, sentado, lloroso, dolorido, echando de menos un hombro en el que llorar y un brazo que le rodease. No pudo encontrar ninguna aplicación en su Smartphone que sirviese para eso.
Cuídate de los coleccionistas de amigos,
que te añaden a su lista muy ufanos,
para contarte su vida y milagros,
y mentirte como marranos.
Facebook o Twitter, Instagram o su tía la Frasca.
Da igual la plataforma,
lo que importa es juntar vasca.
Ser popular, tener contactos,
recibir me gustas y piropos.
Que todos te digan lo mucho que molas,
ser envidiado como pocos.
Sal al mundo real, colecciona amigos,
pero de los verdaderos, de los humanos.
Diferencia unos de otros,
o se escurrirán entre tus manos.
Muchos contactos tenemos en el mundo virtual,
pero solo los amigos verdaderos estarán a tu lado en el real.
2 Replies to “Fábula: «El Gamusino Manchego y el Alicuécano Albino», de Carmen Flores Mateo”
Arse Uña
Me encantó!
Cristina
¡Hola Arse!
Muchas gracias por tu comentario, la verdad es que es un relato genial, escrito con mucho sentido del humor. Nos alegra que te haya gustado tanto 😀
Un saludo.